Harvey Glatman: "El Fotógrafo Asesino"
“En cada uno de tus suspiros, en cada uno de tus movimientos,
en cada unión que rompas, en cada uno de tus pasos,
te estaré observando…”
The Police. “Every breath you take”
Harvey Murray Glatman nació el 10 de octubre de 1927 en Denver, Colorado (Estados Unidos). Era un niño consentido que no congeniaba con sus compañeros de clase. Sin embargo, sobresalía como estudiante. A la edad de doce años, sus padres se fijaron que alrededor del cuello tenía unas extrañas marcas rojas. Tras un extenuante interrogatorio, el niño confesó que había subido al desván, se había atado una cuerda alrededor del cuello y había tensado el lazo hasta experimentar fuertes sensaciones. Los padres consultaron al médico de cabecera, y éste les dijo que no se preocuparan, cuando el chiquillo superara la pubertad, aquello quedaría atrás. Lo que sí recomendó es que hiciera más deporte.
Harvey Glatman
A las chicas de la escuela no les gustaba aquel muchacho delgaducho con grandes orejas, pero él intentaba atraer su atención robándoles los monederos. Después salía corriendo, y a una cierta distancia, se daba la vuelta y se los tiraba. La señora Glatman solía decir: “Es su forma de hacer amigas”. En realidad, el complejo de inferioridad de su hijo le incapacitaba para comportarse con normalidad.
A los diecisiete años, Harvey estaba harto de ese mundillo de frustración y sueños inalcanzables. Una noche, en Boulder (Colorado), amenazó a una adolescente con una pistola de juguete y le ordenó desvestirse. La muchacha empezó a gritar; él perdió la calma y salió huyendo, pero la policía lo capturó de todas formas. Lo dejaron en libertad bajo fianza, y acto seguido rompió con su tierra natal y se trasladó a Nueva York, donde dio rienda suelta a sus necesidades agresivas, atracando a punta de pistola a las mujeres. Llegó a ser conocido como “El Bandido Fantasma”.
También se especializó en allanamiento de morada; pero la policía lo capturó enseguida y pasó cinco años en la prisión de Sing Sing. En la cárcel fue un prisionero dócil, que respondía positivamente al tratamiento psiquiátrico. En 1951 obtuvo de nuevo su libertad. Volvió a Colorado y se puso a reparar televisores. En 1957 se afincó en Los Ángeles y su madre reunió suficiente dinero para ponerle una tienda de reparación de televisores. Ahora estaba solo; era uno entre los miles de habitantes anónimos de una gran ciudad y podría dedicarle la debida atención a sus pequeños antojos.
Maniatada (click en la imagen para ampliar)
En la esquina nordeste de Sweetzer Avenue se alza un elegante edificio de apartamentos. El 29 de julio de 1957, un hombre bajo, con cara de conejo y orejas grandes, llamó a la puerta de uno de los departamentos, donde vivía Judy Dull, una modelo, con su amiga Lynn Lykles. Ni Lynn ni Judy estaban en aquel momento, pero otra compañera, Betty, recién instalada en el piso, lo atendió. Ella también era modelo, acababa de llegar de Florida, y como estaba acompañada por un amigo, dejó entrar al desconocido.
El edificio de departamentos
Se identificó como Johnny Glynn, fotógrafo profesional. Explicó que había conseguido el nombre y la dirección de Lynn en una agencia, y se mostró muy interesado por echar un vistazo a su álbum profesional de fotos. No obstante, cuando Betty volvió con el álbum de su compañera, el señor Glynn señaló una fotografía que había colgada en la pared y comentó: "Vaya, en realidad ése es exactamente el tipo de mujer que ando buscando. ¿Podría ver también su álbum?" Empezó a hojearlo con detenimiento y su entusiasmo iba en aumento según pasaba las páginas. Al terminar, le pidió a Betty el número de teléfono de la que llamó "su modelo preferida". La chica, deseosa de hacerle un favor a Judy, se lo dio.
Judy Dull
Al cabo de dos días, mientras las modelos desayunaban, Johnny Glynn dio señales de vida. Tenía un encargo urgente y quería que Judy posara para él por la tarde. La modelo no estaba muy entusiasmada; tenía un montón de compromisos pendientes y la descripción de Betty no la animaba mucho a conocer al extraño fotógrafo. Sin embargo, Glynn explicó que había prestado su estudio, y que tendrían que realizar la sesión en el apartamento de las chicas. Entonces Judy no lo dudó más y quedaron en verse por la tarde.
Las fotos de Judy Dull
Johnny se presentó tan desaliñado y poco atractivo como la vez anterior; ni siquiera llevaba consigo el equipo fotográfico y alegó que un amigo había accedido a dejarle su estudio. Judy le dio su tarifa, y él aceptó no sin vacilaciones. Poco después salieron del apartamento; él cargó el maletín de la modelo. Lynn Lykles sintió un escalofrío al verlos partir.
El fotógrafo en realidad era Harvey Glatman. Llevó a Judy en su viejo Dodge negro de camino hacia su estudio. Una vez allí, Glatman le pidió que se cambiara de ropa y se vistiera con una blusa de punto y una falda plisada.
Entonces sacó un trozo de cuerda y le explicó que se trataba de unas fotos para la portada de una revista de detectives, por lo que tenía que posar atada y amordazada. La chica accedió.
Glatman tomó algunas fotografías y no pudo contenerse más. La mandó tumbarse en el suelo y le quitó parte de la ropa. Después apoyó el cañón de una pistola automática en su sien y le dijo que si se resistía, la mataría. Era un ex convicto y no lo dudaría, le pegaría un tiro. Ella asintió con la cabeza y Harvey volvió a guardar la pistola.
La sentó en el sofá y siguió sacando fotos. La amarró a unos tablones, le puso un baby doll negro, guantes y medias. Después la violó dos veces, y finalmente le explicó lo que había decidido hacer: la llevaría a algún lugar alejado y la dejaría en libertad. La vistió con su vestido marrón y ambos se pusieron en marcha por la autopista de San Bernardino.
Poco después se internaron en el desierto donde Glatman la hizo posar para más fotos; después le ató una cuerda alrededor del cuello, le dobló las piernas hacia atrás y anudó el extremo libre de la cuerda a los tobillos.
Glatman comenzó a tirar con fuerza hasta que la víctima dejó de moverse. Estaba muerta y él se sentía apenado, pero aún así le tomó más fotos. Se disculpó con el cadáver antes de arrastrarlo a un lugar solitario y enterrarlo en una tumba poco profunda. Glatman era un fetichista y se llevó los zapatos de Judy “como recuerdo”.
El cadáver de Judy Dull
Por la tarde del 1 de agosto de 1957, Robert Dull, un joven periodista de Los Ángeles Times, llamó al timbre de la puerta para ver a Judy; ella era su esposa, de la cual estaba separado; Judy era una chica excepcionalmente bella y se cotizaba mucho como modelo fotográfica. Precisamente esa había sido la causa de su ruptura; Robert se negaba a que su mujer posara desnuda. Su compañera de piso, Lynn, lo puso al corriente: “Judy se fue con un fotógrafo llamado Johnny Glynn hacia las dos de la tarde”. “¿Sabes a dónde?”, preguntó el esposo. “No, pero dejó un teléfono”. Él pidió que Judy le llamar al trabajo cuando regresara. Luego se marchó. Pasaron dos horas y nadie sabía nada de Judy. Habían llamado a su casa otros dos fotógrafos enfadados porque no había acudido a las sesiones de trabajo. A las 21:00 horas la telefoneó un agente joven, el cual manifestó su sorpresa por la ausencia de Judy en el restaurante, donde habían quedado citados para presentarle a un amigo suyo, abogado, que la iba a ayudar a aclarar sus problemas matrimoniales pendientes. Lynn le dio el teléfono de Johnny Glynn, pero a los pocos minutos el agente volvió a llamar para decir que ese número era erróneo; le había contestado un mecánico que jamás había oído hablar de Johnny Glynn. Ambos empezaron a preocuparse. Recientemente habían sucedido una serie de asaltos a jovencitas en Hollywood. Y dos noches antes, Judy había comentado que un sujeto extraño la había seguido hasta su casa.
El agente visitó una serie de cafeterías de Sunset Strip que Judy solía frecuentar, y Lynn avisó al periódico a Robert Dull. El ex marido se presentó en el apartamento a los pocos minutos, y llamaron a los padres de Judy, a sus amigos y a otros familiares, pero nadie había visto a la chica. Ahora ya estaban verdaderamente asustados y acudieron a la comisaria de Hollywood para dar parte de la desaparición. La policía contactó en vano con todos los hospitales de la ciudad para ver si había sido ingresada. El sheriff dio órdenes a los coches patrulla de la zona de Sunset Strip: debían estar atentos para localizar a una muchacha de diecinueve años, de pelo rubio, muy atractiva. “¿Quién es ese tal Johnny Glynn?”, preguntó el sheriff. Lynn describió al sospechoso. Hacia media mañana del día siguiente, se hizo público un comunicado en el que se daba por desaparecida a Judy van Horn Dull y se especificaba que podía haber sido secuestrada. También incluía su descripción: diecinueve años; 1.80 de estatura; pelo rubio de color dorado y piel morena; y la de Johnny Glynn: unos veintinueve años de edad; delgado; de 1,70 de estatura; con gafas de montura de asta; vestido con traje azul arrugado y unas enormes orejas.
El sargento David Ostroff se hizo cargo de la investigación. Comprobó la identidad de todos los fotógrafos profesionales de Hollywood y preguntó en todas las agencias de modelos. Nadie había oído hablar jamás de Johnny Glynn y nadie encajaba con su descripción. Los titulares de los periódicos se hicieron eco de la desaparición de la preciosa modelo. Ostroff no descansó un momento durante las siguientes semanas, verificando una buena cantidad de pistas. Poco a poco se fue dando cuenta de que la profesión de modelo no era una de las más seguras de Hollywood. Varias chicas admitieron haber actuado “alocadamente” al aceptar trabajos con fotógrafos desconocidos. Estos personajes se aprovechaban de ellas, algunas veces a punta de pistola o amenazándolas con un cuchillo. La precipitación y los deseos de ganar dinero les costó, por lo menos, un buen susto.
Profesión peligrosa (click en la imagen para ampliar)
Se interrogó a una serie de hombres; pero ninguno se parecía a Johnny Glynn. El sargento se acordó entonces de la desaparición de una joven y bella actriz ocho años antes, en octubre de 1949. Estudió a fondo el expediente de Jean Spangler, pero tampoco encontró ningún dato que ayudara a esclarecer la desaparición de Judy.
Jean Spangler
Incluso su marido, Robert, figuraba en la lista de sospechosos. La pareja últimamente no se llevaba demasiado bien desde que él había secuestrado a Suzanne, la hija de ambos, de catorce meses, mientras ella estaba trabajando. Pero tras unas mínimas pesquisas, quedó libre de toda sospecha. Todo el mundo sabía que aún seguía amando a su mujer. De hecho, no perdía la esperanza de reconciliarse con ella. Tampoco ningún amigo de la modelo fue capaz de resolver el misterio. Tras seguir numerosas pistas falsas, el sargento Ostroff llegó a la conclusión de que Johnny Glynn era un nombre supuesto. El extraño hombrecillo no podía ser otra cosa que un pervertido sexual, y a estas alturas lo más probable es que Judy hubiera muerto. ¿O quizá simplemente se había ocultado antes de que se resolviera ante el juez la custodia de su hija? El día de la vista, el 9 de agosto de 1957, alrededor del Tribunal se arremolinó una multitud de fotógrafos, pero la modelo nunca se presentó. Para Robert fue la prueba definitiva. Sabía que su mujer jamás se arriesgaría a perder la custodia de su hija por incomparecencia. Ante los periodistas, declaró que creía que Judy había sido asesinada.
Cinco meses después de la desaparición, el 29 de diciembre de 1957, el mozo de cuadra de un rancho paseaba junto a su perro por el desierto, cerca de la autopista 60, a unos trescientos kilómetros de Los Ángeles. De pronto, el perro comenzó a ladrar. El muchacho se acercó para ver qué era lo que inquietaba al animal y se encontró con una calavera. Inmediatamente avisó a la policía; los agentes descubrieron el esqueleto a pocos metros del cráneo. El ceñido vestido marrón y la ropa interior indicaban que se trataba de una mujer. De la calavera pendían algunos retazos de pelo rubio. La causa de la muerte era un misterio.
La policía encuentra el cadáver de Judy Dull
¿Podía ser Judy Dull? La última vez que la vieron llevaba un vestido marrón, y el esqueleto era de la misma estatura que el de la desaparecida. Sin embargo, el forense estableció que la edad de la fallecida rondaba los treinta y pico años. Robert tampoco pudo identificar el anillo de perlas que llevaba el cadáver en uno de los dedos. El sargento Ostroff llegó a la conclusión de que no se trataba de Judy van Horn Dull. Pero estaba equivocado.
Después de Navidad, Glatman se hizo socio de un Club de Corazones Solitarios y se inscribió como “George Williams”. En marzo de 1958, Shirley Ann Bridgeford quedó citada con él. En cuanto la vio, supo que le desagradaba a la chica; por un momento tuvo miedo de que ella inventara algún pretexto para no salir con él. Pero una vez en el coche, Shirley Ann se resignó con su acompañante.
La falsa pista del bigote (click en la imagen para ampliar)
Esta vez, Glatman se dirigió a San Diego pasando por Long Beach. Detuvo el coche en una carretera comarcal del desierto de Anza y rodeó a la chica con su brazo por encima del hombro. Pero ella se negó a una relación más íntima. Glatman se enfureció, aunque pudo controlar sus impulsos, ya que estaban demasiado cerca de la carretera para emplear la fuerza. Sugirió ir a cenar mientras intentaba acariciarla, pero Shirley siguió resistiéndose y él se enfadó de veras. Paró el vehículo en una solitaria carretera de montaña y sacó su pistola automática.
Shirley Ann Bridgeford
Glatman le ordenó que pasara al asiento trasero y se quitara la ropa. Ella se resistió tercamente y en un ataque de ira, el asesino agarró su ropa y la hizo pedazos. Después la violó. Satisfecho, condujo el Dodge al interior del desierto y se detuvo al final de un camino. Sacó su equipo fotográfico y extendió sobre la arena la misma sábana en la que había asesinado a Judy.
Las fotos de Shirley Ann Bridgeford
Acto seguido, obligó a la chica a sentarse en ella e hizo algunas tomas. Cuando se cansó de obtener fotografías, la colocó boca abajo, anudó una cuerda a su cuello y la estranguló. Esta vez ni siquiera se molestó en cavar una tumba; simplemente cubrió el cuerpo con un poco de maleza. Antes de marcharse cogió sus zapatos como recuerdo.
La policía encuentra el cráneo de Shirley Ann Bridgeford
El domingo 9 de marzo de 1958, la policía de Los Ángeles recibió la denuncia de la desaparición de Shirley Ann Bridgeford, de veinticuatro años, divorciada y madre de dos hijos. La noche anterior había salido con un hombre, una cita a ciegas; y desde entonces nadie la había vuelto a ver.
La tumba de Shirley Ann Bridgeford
Su acompañante acudió a buscarla con algo de adelanto el sábado por la tarde y se presentó como George Williams. Era un hombrecillo poco atractivo, con grandes orejas, pésimamente vestido. El sargento Ostroff estaba seguro de que George Williams y Johnny Glynn eran la misma persona, y hasta que no consiguiese atraparlo volvería a actuar.
Entre el primer y el segundo asesinato transcurrieron casi siete meses. Los deseos de Glatman se volvieron cada vez más impetuosos, y al ver un anuncio en el periódico en el que una modelo fotográfica se ofrecía para posar desnuda, no lo pensó dos veces. Era una oportunidad demasiado buena para desaprovecharla. Llamó a la puerta de “Ángela” la tarde del día 23 de julio de 1958. Ella no parecía muy dispuesta a dejarle entrar, pero él sacó su pistola automática y consiguió meterse en la casa. Al igual que Judy Dull, “Ángela” (cuyo nombre verdadero era Ruth Mercado) era una chica menuda, como le gustaban a Glatman. La obligó a entrar en el dormitorio y a quitarse la ropa; después la maniató y la violó.
Ruth Mercado
Acabado el acto, le dijo que se iban de gira. Subieron al coche y se dirigieron hacia San Diego, más allá de Escondido. Al alba, se encontraban a unos setenta kilómetros del lugar donde había asesinado a Shirley Ann. Esta vez Glatman decidió tomarse algo más de tiempo para disfrutar de su ingenioso plan. Era poco probable que les interrumpiesen en un lugar tan apartado. Pasaron el día completo en el desierto. Durmieron, comieron, bebieron e hicieron fotografías; después Glatman la violó otra vez.
Las fotos de Ruth Mercado
Ruth había llegado a la conclusión de que no tenía nada que perder cediendo a los caprichos de aquel loco, pero el asesino había decidido que ella no debía sobrevivir a la aventura. Veinticuatro horas después de haberla raptado, mientras la mujer se hallaba boca abajo en la mortal sábana blanca, Glatman la liquidó con el mismo método: estrangulándola. En esta ocasión, se guardó los zapatos y la ropa interior como recuerdo.
El propietario de un pequeño edificio de apartamentos de West Pico Boulevard, en el distrito de Wilshire, en Los Ángeles, denunció la desaparición de una de sus inquilinas: era Ruth Mercado, de veinticuatro años, modelo, actriz y bailarina de streep tease. El teniente Marvin Jones sospechaba que el hombre de cara de conejo era el responsable.
Las víctimas (click en la imagen para ampliar)
Tres meses después, el lunes 27 de octubre de 1958, una amiga de una agencia de modelos llamó a Lorraine Vigil para preguntarle si le interesaba posar para un fotógrafo. Lorraine trabajaba como secretaria, pero estaba decidida a introducirse en el mundo del modelaje. Aceptó sin dudar un momento; pero antes de que llegara el supuesto fotógrafo, su amiga la volvió a telefonear para ponerla sobre aviso. Conocía al hombre, un tal Frank Johnson, pero a pesar de haber trabajado anteriormente con él, nunca se sintió del todo tranquila. Cuando Frank entró por la puerta del apartamento de Wilshire, Lorraine comprendió lo que intranquilizaba a su contacto. Era un sujeto bajito, que no inspiraba confianza, vestido como si hubiera dormido con la ropa puesta.
Lorraine Vigil
Arrancaron en dirección al centro de Los Ángeles, pero en vez de tomar la dirección del estudio de Sunset Strip, Frank torció hacia el sureste. Ante las protestas de la joven, el inquietante hombrecillo le explicó que se dirigía a su propio estudio en Anaheim. Sin embargo, cruzó el pueblo sin parar el coche y en una oscura carretera cerca de Tustin detuvo el coche, pretextando que una de las ruedas iba baja de aire. Entonces sacó una pequeña pistola automática, ordenó a la mujer que se estuviese quieta, y acto seguido cogió una cuerda.
Ella le rogó que no la atara y a cambio le ofreció hacer lo que él quisiera. En ese momento pasó un coche y Lorraine aprovechó para agarrar la manilla de la puerta y saltar del automóvil. Se enzarzaron en una lucha, y mientras ella intentaba apartar la pistola, el arma se disparó y le rozó el muslo. Frank Johnson se quedó mirando asombrado el cañón humeante. Ella se abalanzó sobre él y consiguió abrir la puerta. Los dos cayeron sobre la calzada; el supuesto fotógrafo debajo y Lorraine encima. Le mordió con todas sus fuerzas y él tuvo que soltar la pistola. Ella la cogió y estaba a punto de disparar contra su atacante cuando apareció el oficial de policía Thomas F. Mulligan, motorista de la patrulla de autopistas de California.
Mulligan había dejado la calzada principal y se metió por una oscura avenida cerca de la localidad de Tustin, a unos cincuenta kilómetros de Los Ángeles. De pronto, el faro de la motocicleta iluminó a una pareja que forcejeaba en el arcén de la carretera, y al verse descubiertos, las dos personas se separaron. El agente detuvo la moto y entonces vio que la mujer apuntaba al hombre con una pistola. La chica no era muy alta y tenía roto el vestido. El policía sacó su revólver y les ordenó levantar las manos. Ambos acataron la orden de inmediato mientras la mujer gritaba: “¡Es un asesino! ¡Quería violarme!” El hombre no lo negó, ni intentó huir. Mulligan pidió refuerzos a Tustin y a los pocos minutos llegó un coche patrulla. Entretanto, la joven, llamada Lorraine Vigil, le contó al motorista todo lo sucedido.
El arresto de Harvey Glatman
Frank Johnson fue trasladado a la comisaría de Santa Ana, donde se identificó como Harvey Murray Glatman, de treinta años, de profesión técnico de televisores. Admitió los hechos, pero insistió en que todo había ocurrido a causa de un “impulso repentino”. Se dio aviso de la detención a las comisarías circundantes para comprobar si el presunto violador estaba relacionado con otros delitos. Al leerlo, el teniente Marvin Jones se dio cuenta de que el detenido vivía en su zona. De hecho, Glatman se alojaba a pocas manzanas de la casa de Ruth Mercado, en San Pico Boulevard.
La policía se acercó al bungalow de tablillas de madera blanca en el 1011 de South Norton Avenue, donde Glatman vivía. La casa tenía un aspecto ruinoso; el papel de alquitrán del techo estaba levantado y las ventanas protegidas con barras de hierro. El interior estaba repleto de fotografías de modelos; algunas de ellas aparecían desnudas, atadas y amordazadas. También había una serie de trozos de cuerda y todo ello parecía indicar que Harvey Glatman estaba muy interesado por el bondage y el masoquismo soft.
Al día siguiente le preguntaron al detenido si quería someterse a un detector de mentiras y aceptó sin vacilar. Cuando se mencionó la palabra “Ángela”, el nombre artístico de Ruth Mercado, la aguja dio un repentino salto. A los pocos minutos, Glatman confesaba el brutal asesinato de la actriz. “También maté a otro par de chicas”, añadió.
Ahora la policía ya sabía lo que les había ocurrido a las tres modelos desaparecidas. Harvey Glatman lo contó todo: al ver la fotografía de Judy Dull en el departamento, comprendió que era la chica que siempre había deseado.
Los titulares
La confesión de Glatman duró más de dos horas. Los detectives visitaron el desierto de Anza aquella misma noche. Con la ayuda del asesino localizaron los huesos de Shirley Ann y Ruth Mercado.
Glatman durante la reconstrucción de hechos
Harvey Glatman se declaró culpable de las muertes de las tres modelos en noviembre de 1958 ante el Tribunal de San Diego. Su abogado le propuso que se declarara culpable y mentalmente incapaz, pero él se negó a pasar por loco. Dijo que prefería morir antes que pasar el resto de su vida en la cárcel.
El caso Glatman en la prensa (click en las imágenes para ampliar)
El 18 de septiembre de 1959, el juez del Tribunal Supremo, John A. Hewicker, envió a Harvey Glatman a la cámara de gas de San Quintín. Allí fue ejecutado y la mayor parte de las fotografías que tomó permanecen guardadas hasta la fecha.
Su caso inspiró la novela de Mary Higgins Clark Le gusta la música, le gusta bailar; también la película Trauma (Peeping Tom) y el grupo de rock del mismo nombre le brindó varios discos como homenaje. La agrupación Placebo escribió la canción “Peeping Tom” inspirada en él, y The Police lanzó su tema “Every breath you take” como una forma de recuperar los impulsos acosadores de Glatman. Pero quizás lo más importante es que su caso llevaría, a la larga, a la implementación de Programa de Detección de Criminales Violentos (VICAP, por sus siglas en inglés), creado por el FBI.
VIDEOGRAFÍA:
Trauma (Peeping Tom) (trailer)
“Peeping Tom” - Placebo
“Every breath you take” – The Police
AUDIOGRAFÍA:
Harvey Glatman en el programa Testigos del Crimen (click en medio para reproducir)
Harvey Glatman en el programa Pasajes del Terror (click en medio para reproducir)
BIBLIOGRAFÍA:
FILMOGRAFÍA:
DISCOGRAFÍA:
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